6.13.2011

Si la vida no dependiese del dinero o las personas fuesen pagadas por cumplir su pasión (pensando obviamente en una vocación), yo estudiaría literatura, filosofía e historia, viajaría por el mundo y cuando me jubilase, sería conductora de trolebus (Aunque esta última opción la he pensado incluso sin la necesidad de u t o p i z a r el mundo).

Los trolebuses son la rama más tierna de los medios de transporte, andan a una velocidad baja, para comodidad y seguridad del pasajero, son ecológicamente amigables, ya que se mueven por medio de electricidad y atraviesan el plan de Valparaíso, ciudad adorable en muchos sentidos.

No sé por qué cuando pienso en un trolebus me imagino a un viejito porteño al que le gustan los gatos y que juega sudoku sentado en la banca de una plaza. Un viejito que no fuma y que camina lento, pero erguido y seguro de cada paso.

Muchas veces he visto una polera con una imagen de ellos que dice: especie en extinción, pero pensar en este momento en ello, me trae recuerdos un poco tristes...

No hay comentarios: