6.05.2011

Somos los cerebros
que cuentan versos con los dedos.
Lisiados que se refugian
en la bondad de un lápiz
siempre dispuesto a ayudar
a quien de palabras
esté discapacitado.
Siempre existe un monstruo
debajo de nuestras camas
el que nos asusta
con su pálido rostro
a veces encubierto
por el maquillaje ineficiente
de una producción en serie.
Podemos sentir sus burlas
cuando no es derrotado.
“Tengo un lápiz y no dudaré en usarlo”
el monstruo retrocede
y la hoja en blanco desaparece.

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